La Epístola del Apóstol San Pablo
a los Colosenses

1. Título.

Es probable que esta epístola, como otras de Pablo, originalmente no llevara ningún título, pues es una carta.  Los manuscritos existentes más antiguos tienen el sencillo título, Pros kolossáeis ("A [los] Colosenses"), lo que sin duda fue añadido por algún antiguo escriba cuando se recopilaron las cartas de Pablo y se publicaron en conjunto.  Pero es evidente que este título es correcto (cap. 1: 2).

2. Autor.

Esta epístola lleva los nombres de Pablo y Timoteo como sus autores (cap. 1: 1); sin embargo, las repetidas referencias que hay en la carta demuestran que en realidad fue Pablo el que la escribió (cap. 2: 1; 4: 3-4, 7-8, 13, 18) en su nombre como en el de su colaborador más joven.  La iglesia primitiva unánimemente atribuyó la carta a Pablo.  Aunque los críticos más extremistas de los siglos XIX y XX sostienen que esta epístola no fue escrita por Pablo, por lo general los eruditos actuales la atribuyen a él. Acerca de la fecha cuando se escribió, ver t. VI, pp. 108-109.

3. Marco histórico.

No se sabe con exactitud cómo, cuándo o quién fundó la iglesia de Colosas.  Pablo utilizó a Efeso como el centro de sus actividades misioneras durante unos tres años (Hech. 20: 31).  La energía con que llevó a cabo su evangelización durante ese tiempo, indujo a Lucas a declarar: "Todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús (Hech. 19: 10), y hasta Demetrio afirmó: "Este Pablo. . . en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión" (Hech. 19: 26) del paganismo.  Escribiendo a los corintios cerca del fin de su permanencia en Efeso y sus alrededores, el apóstol les envió saludos de "las iglesias de Asia" (1 Cor. 16: 19).  Esto significa que la provincia romana de Asia era en ese tiempo el campo misionero del apóstol (cf. 2 Cor. 1: 8; Rom. 16: 5, donde la evidencia textual establece el texto "Asia" [BJ, BC, BA, NC] y no "Acaya").  Visitantes de toda Asia acudían al gran puerto marítimo de Efeso, y los mensajes de Pablo tuvieron que ser ampliamente difundidos por los viajeros que regresaban a sus lugares de origen (Hech. 19: 10).  De esa manera dos ciudadanos de Colosas -Epafras (Col. 4: 12) y Filemón (File. 1; cf. File. 10-11; Col. 4: 9) -quizá oyeron las buenas nuevas de la salvación; y junto con otros pudieron haber llevado el Evangelio a sus conciudadanos (cf. cap. 1: 7).

Por lo tanto, aunque Pablo pudo no ser el fundador de la iglesia de Colosas (ver com. cap. 2: 1), probablemente fue en sentido muy real, su padre.  Según esta epístola es evidente que él se sentía responsable por la condición espiritual de los cristianos colosenses, y que conocía bien sus necesidades y los peligros en que estaban.  Parece que esa información le fue llevada a Roma por Epafras (Col. 1: 7; cf.  File. 23), y ésa fue la razón inmediata de que les escribiera la epístola.  El peligro que asechaba a los creyentes de Colosas lo producían las falsas enseñanzas que se estaban propagando entre ellos.  No se pueden determinar los detalles precisos de esas enseñanzas.  Algunos eruditos las han identificado como provenientes de dos focos: los judaizantes y los gnósticos.  Indudablemente contenían elementos judaizantes, y algunas de las falsas doctrinas a las que se hace alusión en esta epístola son similares a las que sostenían ciertos gnósticos en los siglos II y III.

Sin embargo, en vista de la gran incertidumbre que hay en cuanto a la situación de ese entonces, probablemente sea preferible entender que las falsas enseñanzas de Colosas eran una mezcla de judaísmo y de alguna clase de paganismo oriental (quizá una forma antigua de gnosticismo) y no dos sistemas separados de enseñanzas.  La literatura apocalíptica judía y los Manuscritos del Mar Muerto muestran que tales mezclas eran frecuentes entre los judíos de ese tiempo.  El concepto de los ángeles organizados en categorías (ver com. Col. 1: 16) es familiar en la literatura apócrifa judía; y tal como se describe ese concepto en Colosenses, parece estar muy cerca de la idea de "emanaciones", como se encuentra en escritos gnósticos posteriores (ver t. VI, pp. 57-58).  Los términos "misterio" (cap. 1: 26-27) y "conocimiento" (cap. 2: 3) -que Pablo aquí parece estar tomando de los falsos maestros y usándolos en un sentido cristiano- aparecen en los Manuscritos del Mar Muerto como términos religiosos aceptados.  Esas palabras tenían sin duda un sentido claramente religioso en los misterios paganos y en el gnosticismo.  La "plenitud" (Gr. pl'rÇma, cap. 1: 19), que según Pablo se halla en Cristo, por lo menos posteriormente fue un término gnóstico común para referirse a las "emanaciones", los seres subsidiarios intermedios que se pensaba que emanaban de Dios y que eran intermediarios entre él y el mundo. Es imposible decir hasta dónde se habían introducido esos conceptos en Colosas.

Sin embargo, lo siguiente parece ser claro: los falsos maestros de Colosas enseñaban la existencia de seres angelicales dispuestos en órdenes diferentes, intermediarios entre Dios y el mundo, que actuaban como mediadores de los hombres, les proporcionaban salvación y merecían que se les rindiera culto.  Esos maestros insistían al mismo tiempo en un ceremonialismo extremadamente legalista que seguía los moldes judaicos y ponía énfasis en la circuncisión, en tabúes, en asuntos de comidas y bebidas y la observancia de festividades. Pablo escribió la Epístola a los Colosenses para atacar tales enseñanzas.

Esta epístola fue redactada sin duda en Roma alrededor del año 62 d. C., durante el primer encarcelamiento de Pablo (ver t. VI, pp. 108-109).

4. Tema.

En la Epístola a los Colosenses Pablo se expresa enfáticamente contra la herejía prevaleciente en esa iglesia.

En Gálatas y en otros escritos refuta únicamente a los judaizantes, pero aquí su propósito es mixto: no sólo se preocupa por refutar el legalismo judaizante, sino que también se opone a ciertos elementos paganos que procuraban degradar o eclipsar el ministerio de Cristo.  Por lo tanto, ataca la idea de intermediarios angélicos como agentes de creación y mediación, y declara que únicamente Cristo es Creador y Mediador (cap. 1: 16, 20).  Cristo es la "cabeza" tanto de las cosas materiales como de las espirituales (cap. 1: 18; 2: 19).  En él no hay ningún dualismo. Jesús está 191 por encima de todo (cap. 1: 18).  Por él subsisten todas las cosas (vers. 17).  Es Dios (vers. 15).  En él mora la "plenitud" (vers. 19). No necesita de subordinados o emanaciones.  Pablo asegura que en Cristo están "todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento (cap. 2: 3).  El misterio consumado y salvador no es un conocimiento esotérico referente a diferentes órdenes de ángeles (ver com. cap. 1: 16), sino "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria" (vers. 27).  Por eso condena el culto a los ángeles que los falsos maestros propiciaban como una negación de la perfección de Cristo como Sustentador y Mediador (cap. 2: 18-19).

El apóstol también trata de los resultados morales de esas herejías.  Prohibe por igual los extremos de un ascetismo demasiado rígido y de la licencia desenfrenada (cap. 2: 16, 20-21; 3: 5, 8-9).  Ambas herejías sostenían que la voluntad humana es soberana.  Este "culto a la voluntad" es una humildad falsa o fingida, y por lo tanto condenable.  Todas las complacencias carnales (y la lista del apóstol es casi exhaustiva) son rigurosamente condenadas.  Pablo presenta a Cristo como el Creador y el Sustentador del universo, Cabeza, Mediador y Emancipador de la iglesia.  En Cristo los principios sustituyen a las ceremonias.  El apóstol escribe clara, lógica y vigorosamente a sus amigos de Colosas, persuadiéndolos a que se vuelvan de las vanas e inútiles especulaciones a la realidad del Evangelio de Cristo.

 

 

 

 

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
   
 
   
       
 
   
       
       
       
       
       
       
       
       
       
       
       
   
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11/21/2024
4:42 am