Primera Epístola del Apóstol San Pablo
a los Tesalonicenses
1. Título.
En los manuscritos griegos más antiguos el título de esta epístola es sencillamente, Pros Thessalonikéis A ("A [los] Tesalonicenses I"). El título más largo, "Primera Epístola del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses" (RVR), es un desarrollo posterior.
2. Autor.
La epístola da a entender que proviene de Pablo, Silvano (Silas) y Timoteo (cap. 1: 1); sin embargo, básicamente es obra de Pablo (cap. 3: 1-2, 6-7; 5: 27). Está incluida entre las cartas de Pablo en la lista más antigua de libros del NT: el Canon de Muratori (170 d. C.). Los antiguos escritores eclesiásticos -Ireneo (c. 130-c. 202), Clemente de Alejandría (m. c. 220) y Tertuliano (c.160-c. 240)- consideraban que Pablo era su autor. La personalidad y el estilo del apóstol Pablo saturan toda la epístola, pues a través de ella se manifiestan el amor por sus conversos y la preocupación del apóstol por su
bienestar espiritual. El énfasis que se pone en las grandes virtudes espirituales de la fe, el amor y la esperanza, es claramente paulino (cf. 1 Cor. 13: 13). Los eruditos por lo general concuerdan en que Pablo fue el autor de la epístola. Acerca de la fecha cuando se escribió, ver t. VI, pp. 105-106.
3. Marco histórico.
Tesalónica era una ciudad importante, capital de la segunda división de Macedonia (ver com. Hech. 17: 1). Estaba situada en el extremo norte del golfo Termaico, llamado ahora golfo de Salónica. Por esa ciudad pasaba la "Vía Ignaciana", que unía el Oriente con Roma. La situación geográfica favorable y el excelente puerto de Tesalónica se combinaban para hacer de ella un centro comercial de gran importancia. Quizá por esta razón allí vivía una gran colectividad judía y había una sinagoga (Hech. 17: 1). La ciudad, que ahora se denomina Salónica, es uno de los centros comerciales más importantes del norte de Grecia. Además, es de interés arqueológico, pues el arco triunfal bajo el cual pasaba la antigua Vía Egnatia aún se encuentra en pie como un recordativo de la gloria y del poder de la antigua Roma.
Pablo estuvo en Tesalónica por primera vez durante su segundo viaje, inmediatamente después de haber salido de Filipos (Hech. 16: 40; 17: 1). Como el método de evangelismo del apóstol era predicar primero en las ciudades importantes, y convertirlas 232 después en centros para la propagación del Evangelio en los pueblos y aldeas circundantes, él y sus colaboradores fueron directamente desde Filipos a Tesalónica, sin detenerse para predicar en Anfípolis ni en Apolonia (ver com. Hech. 17: 1). Pablo sabía que primero debía ganarse la simpatía de los judíos de Tesalónica, y por eso fue a la sinagoga tres sábados sucesivos y presentó las grandes verdades del Evangelio a sus compatriotas. Los maltratos que acababa de sufrir en Filipos no lo habían amedrentado, y con el poder del Espíritu Santo presentaba las profecías mesiánicas del AT y mostraba su cumplimiento en Jesús. Algunos de los judíos
creyeron (Hech. 17: 4), de "los griegos piadosos gran número" (ver com. Hech. 17: 4) aceptaron su mensaje, y entre los creyentes de Tesalónica también había "mujeres nobles no pocas" (Hech. 17: 4).
Es probable que los misioneros hayan continuado su obra durante más tiempo que las tres semanas que aquí se mencionan, pues Pablo cuenta que trabajaba "de noche y de día" para sostenerse mientras predicaba el Evangelio (1 Tes. 2: 9), y en su carta a los filipenses se refiere a las dádivas que le enviaron mientras estaba en Tesalónica (ver com. Fil. 4: 16). El éxito del ministerio del apóstol no tardó en convertir la envidia de los judíos en un intenso odio que produjo luchas e hizo que Pablo tuviera que dejar la ciudad (Hech. 17: 5-10). Después de los primeros tres sábados que predicó en la sinagoga, parece que Pablo continuó su obra en la casa de Jasón (Hech. 17: 7). Tuvo éxito, según puede deducirse, especialmente entre los griegos, pues la iglesia de Tesalónica parece haber estado mayormente compuesta por gentiles (ver com. 1 Tes. 1: 9; 4: 5).
La violencia de la turba instigada por los judíos obligó a las autoridades romanas a ocuparse de la predicación de Pablo; pero los magistrados no aceptaron la acusación de que el apóstol era culpable de traición por presentar la doctrina del futuro reino de Cristo. Es evidente que Pablo y sus compañeros no fueron oficialmente expulsados de Tesalónica, ni que se les impidió volver a la ciudad, pues el apóstol creyó necesario explicar a la iglesia por qué no había regresado (cap. 2: 17-18), y también porque Timoteo regresó a esa ciudad (cap. 3: 2). Pero parece que los cristianos pensaron que era mejor que Pablo y sus compañeros salieran de la ciudad en ese momento. De allí fueron a Berea, ciudad que estaba a unos 70 km al sudoeste. En Berea, Pablo predicó otra vez en la sinagoga, y tuvo un éxito mucho mayor entre esos judíos que amaban las
Escrituras. Las noticias de esa nueva actividad del apóstol pronto llegaron a los judíos de Tesalónica, quienes se dispusieron a una acción inmediata. Se apresuraron a ir a Berea, y de nuevo instigaron a la turba contra los misioneros (Hech. 17: 10-13). Los amigos de Pablo lo enviaron a Atenas, pero sus compañeros se quedaron en Macedonia. El apóstol anhelaba intensamente recibir la ayuda de ellos en Atenas, y allí los esperó (Hech. 17: 16). Parece que Timoteo se unió a él más tarde en Atenas, y Pablo entonces lo hizo regresar a Tesalónica para que animara a los nuevos creyentes y le trajera noticias de la situación de ellos (1 Tes. 3: 1-2, 6). Es probable que Silas se haya quedado en Macedonia, pues cuando Timoteo volvió a Grecia, Silas lo acompañó y ambos se unieron con Pablo en Corinto, adonde el apóstol había ido después de una corta permanencia en Atenas (Hech. 18: 1, 5).
Cuando Pablo recibió el informe de Timoteo, escribió su primera carta a los tesalonicenses. En algunos manuscritos que se remontan al siglo V se dice al fin de la epístola, que fue escrita en Atenas. Esta suposición quizá se basa en lo que se registra en 1 Tes. 3: 1-2; sin embargo, parece claro (cap. 3: 6) que 1 Tesalonicenses no fue escrita sino hasta después de que Timoteo regresó de Macedonia, y según Hech. 18: 1, 5 Pablo estaba entonces en Corinto. Por lo tanto, parece que lo más razonable 233 es afirmar que 1 Tesalonicenses se escribió en Corinto. Generalmente se ha considerado que esta epístola es la primera de las cartas de Pablo que se han conservado (ver t. VI, p. 105). Tal vez fue, con la posible excepción de la Epístola de Santiago, el primer libro del NT que se escribió. En cuanto a la fecha de 1 Tesalonicenses, ver t. 1, p. 106.
4. Tema.
Esta epístola está iluminada por un radiante resplandor de amor intenso (cf cap. 1: 2-4; 2: 7-8; 3: 6-7). El apóstol estaba muy agradecido por el informe de Timoteo en cuanto a la fidelidad de los tesalonicenses y su tierna consideración por él; entonces se apresuró a alabarlos por sus nobles virtudes de fe, amor y esperanza. Sentía el vehemente deseo de visitarlos, pues, mientras estuvo con ellos, no había tenido suficiente tiempo para instruirlos plenamente en las verdades del Evangelio.
Timoteo también debe haber informado al apóstol acerca de ciertos problemas. Algunos tesalonicenses estaban apesadumbrados por sus seres amados que habían muerto desde que habían recibido el mensaje evangélico, pues temían que esos difuntos no pudieran tener parte en la gloriosa resurrección cuando volviera el Señor. Otros se habían fanatizado con el segundo advenimiento, sosteniendo que no debían trabajar sino esperar la venida del Señor en ociosa expectativa. Había quienes estaban volviendo al mundo, y se hallaban en peligro de sumirse en la inmoralidad. Otros se sentían inclinados a proceder por su cuenta y no deseaban reconocer a los legítimos dirigentes de la iglesia. Necesitaban ayuda "los ociosos,... los de poco ánimo,... los débiles" (cap. 5: 14). Si hubiese sido posible, el apóstol se hubiera apresurado para dar instrucciones personales a esos amados creyentes. Más de una vez trató de volver, pero Satanás lo "estorbó" (cap. 2: 18), y por eso tuvo que contentarse con escribir una carta a esa iglesia.
El tema de la epístola es la piedad práctica en vista del regreso de Cristo. El glorioso advenimiento del Señor es la doctrina que más se destaca (cap. 1: 10; 2: 19; 3: 13; 4: 13-18; 5: 23). Otras doctrinas mencionadas son la muerte y la resurrección de Cristo (cap. 4: 14), la resurrección de los justos (vers. 13-16), las recompensas y los castigos futuros (cap. 4: 17; 5: 3), la existencia personal y la obra activa de Satanás (cap. 2: 18), y la doctrina de la redención, que incluye elección y santificación (cap. 1: 4; 4: 3-7).