por Steve Thompson


Traducir la Biblia de sus idiomas originales es una tarea que nunca podrá darse por terminada. ¿Por qué? En primer lugar, los nuevos descubrimientos de manuscritos bíblicos van proveyendo información adicional para tratar de recuperar las palabras de los autores bíblicos. Incluso el descubrimiento de un pequeño manuscrito conteniendo unas pocas palabras que no figuran en los ya disponibles, puede ser de valor para decidir qué es lo que un autor bíblico escribió en un versículo en particular.

En segundo lugar, los traductores han ido aumentando su conocimiento a medida que los arqueólogos descubren nuevos documentos e inscripciones en idiomas bíblicos o idiomas muy próximos a éstos.

En tercer lugar, nuestro propio idioma sufre cambios constantes. Algunas palabras y expresiones se van eliminando y son reemplazadas o van tomando nuevos y diferentes significados. Este proceso se ha acelerado por las comunicaciones masivas de nuestro tiempo.

En cuarto lugar, algunas traducciones nuevas apuntan a cierto tipo de lector de la Biblia que necesita que el mensaje de la Biblia pueda expresarse de un modo especial. Por ejemplo, algunas de las más recientes traducciones han sido ideadas para ser leídas en voz alta, porque los traductores se han dado cuenta que mucha gente prefiere que se les lea la Biblia.

 

¿Qué caracteriza
a una buena traducción?

Primero, tendrá que estar basada en los manuscritos que sean más antiguos y más disponibles. Como los manuscritos más antiguos de la Biblia no estuvieron o no fueron usados de manera consistente hasta hace unos cien años, las Biblias traducidas durante este siglo tienden a estar más cerca de lo que los autores originales escribieron, que las versiones traducidas antes de esa época.

Segundo, deberá traducir con exactitud las palabras o los pensamientos del escritor bíblico.

Hay dos métodos principales de traducción: el formal y el dinámico. Los que usan el primer método traducen palabras y dejan que el lector decida qué significado tienen esas palabras. Quienes aplican el método dinámico, traducen los pensamientos de los autores bíblicos, incluyendo expresiones modernas que resumen lo que quisieron decir. La mayoría de las traducciones modernas, aunque no todas, siguen esta modalidad.

¿Cuál es la mejor? Ambas pueden producir buenas traducciones, pero las dos pueden fallar al intentar transferir dentro de la traducción todo lo que el escritor bíblico quiso decir. Los lectores de la Biblia que hacen un estudio serio de la misma, pueden combinar las virtudes de ambas metodologías usando una traducción formal y otra dinámica lado a lado.

Tercero, tiene que usar un lenguaje claro y fácil de leer. Muchas traducciones modernas alcanzan un buen nivel en este punto.

 

¿Quién logra las mejores traducciones?

Las Biblias traducidas por un solo individuo son llamadas habitualmente paráfrasis. Son fáciles de leer y entender. Y de hecho, tienden a hacer la lectura de la Biblia más interesante. Sin embargo, las paráfrasis, corren el riesgo de reflejar las preferencias doctrinales o de cualquier otra naturaleza que posea el autor de la misma. Y en ocasiones, pueden llegar a incluir conceptos que no son parte de la Biblia.

Las Biblias traducidas por un grupo de especialistas limita la cantidad de preconceptos personales que pueden afectar la traducción resultante. Para lecturas devocionales, las paráfrasis tienen su lugar; pero para un estudio serio, las traducciones desarrolladas por un equipo de estudiosos son más confiables.

 

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Steve Thompson (Ph.D., University of St. Andrews) es el decano de la Facultad de Teología del Colegio Avondale.

 

 

 

 
       
   
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11/21/2024
6:21 am

 

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