Todo el mundo sabe que algo formidable y de dimensiones cataclísmicas está a punto de suceder. Esto es innegable. Lo que no se sabe es exactamente qué será lo que sucederá, pero sí sabemos que será en nuestros días. De ello no hay ninguna duda.
La ola interminable de ataques y el temor generalizado mundial hacia el terrorismo, la violencia exagerada en México, la crisis en Egipto, Libia y el resto de los países del lejano oriente, el colapso de la economía en Estados Unidos, la crisis militar entre las dos Coreas, el amenazante arsenal nuclear en Irán, la guerra en Afganistán, las anarquías de Cuba y Venezuela, los cada vez más frecuentes y devastadores terremotos, tsunamis y deslaves por todas partes, la proliferación de las enfermedades y el hambre, la corrupción en la mayoría de los países Latinoamericanos, la aceptación y hasta legalización del homosexualismo por un país tras otro, la degeneración humana vista en el enriquecimiento ilícito, el robo, el secuestro, el adulterio, el fraude, el engaño y la mentira, el abuso y atropello de los pobres y humildes, la increíble y creciente ola de violencia y degradación moral por todas partes, la frialdad e indiferencia por el dolor ajeno, son sólo algunos de los muchísimos azotes con que el mundo sucumbe rápidamente debajo de nuestros pies, y que apresura su inevitable caída.
Por cosas mucho menores que estas la ira de Dios se encendió contra Sodoma y Gomorra, y las destruyó en un día; y por cosas mucho menores que estas el mundo antediluviano fué arrasado hace unos 4,500 años. Ni por un instante creamos en la ilusión de que Dios va a pasar por alto e ignorar por mucho más la manera como la humanidad pisotea sus leyes y abusa su creación. Dios va a actuar nuevamente, y esta vez, según lo firmemente predicho por Cristo y profetizado y repetido cientos de veces por toda la Biblia, su intervención será pavorosa y definitiva.
No hay garantías. Ninguno de nosotros puede hoy decir con absoluta certeza que estará aquí mañana. Miles de personas que diariamente salen a la calle y se despiden esperando regresar con bien a sus seres queridos, son asesinados en un instante como lo vemos a diario en México y muchos otros lugares, o caen víctimas de un asalto, o alguna catástrofe o un accidente totalmente inesperado. Y todos cometemos el error fatal de creer que siempre las cosas le sucederán a otro, no a mí. Todos los miles que mueren a diario creyeron que hoy sería un día más, que estaban seguros, que por supuesto a ellos nada les podía suceder. Y la final del día, ya no están más con nosotros.
Ni por un instante creamos a los falsos líderes religiosos, pastores y profetas mentirosos que engañan a multitudes haciéndoles creer que las cosas van a mejorar y todo va a estar bien. Esto es un gran engaño. Una mentira fatal.
Dice Dios en su palabra: "Así ha dicho Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová. Dicen atrevidamente a los que me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros." (Jeremías 23:16, 17).
Estamos literalmente viviendo en los últimos días de la historia de este mundo. Cristo va a regresar a poner fin a los impíos que pisotean sus leyes y acaban con la creación de Dios, y a recoger a aquellos que pacientemente y contra la corriente del mundo, le honran manteniéndose fieles y obedientes a sus Diez Mandamientos y a su voluntad expresada en la Biblia.
La mañana viene para ti, oh morador de la tierra; el tiempo viene, cercano está el día; día de tumulto, y no de alegría, sobre los montes. Ahora pronto derramaré mi ira sobre ti, y cumpliré en ti mi furor, y te juzgaré según tus caminos; y pondré sobre ti tus abominaciones. Y mi ojo no perdonará, ni tendré misericordia; según tus caminos pondré sobre ti, y en medio de ti estarán tus abominaciones; y sabréis que yo Jehová soy el que castiga. – Ezequiel 7:7-9
Acercaos, naciones, juntaos para oír; y vosotros, pueblos, escuchad. Oiga la tierra y cuanto hay en ella, el mundo y todo lo que produce. Porque Jehová está airado contra todas las naciones, e indignado contra todo el ejército de ellas; las destruirá y las entregará al matadero. Y los muertos de ellas serán arrojados, y de sus cadáveres se levantará hedor; y los montes se disolverán por la sangre de ellos. Y todo el ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un libro; y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la higuera. – Isaías 34:1-4
Es el deseo de Dios que tú y yo no perezcamos en el día en que él regresará a castigar a este mundo por su maldad. Dice su maravillosa Palabra: "Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis" (Ezequiel 18:32). Es el deseo profundo del corazón de Dios que todos seamos salvos, que todos estemos preparados para sobrevivir el día en que se levantará para castigar la tierra.
Pero por otro lado, tengamos mucho cuidado de no poner atención a las falsas profecías que anuncian que el fin del mundo ocurrirá el 21 de diciembre de 2012, como anuncian las profecías mayas, ni ningún otro día. Poner una fecha exacta al regreso del Señor Jesús o al fin del mundo es algo contra lo que Cristo claramente nos advierte en la Biblia: "Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre. Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo." (S. Marcos 13:32, 33)
Aunque no sabemos exactamente ni el día ni la hora, Cristo nos dió claras señales que nos indican que el fin está a las puertas. Sin embargo, de ninguna manera podemos descuidarnos, porque al fin y al cabo, ninguno de nosotros, ni tú ni yo, apreciado lector, tenemos la certeza absoluta de que mañana a esta hora estaremos aquí. Es parte del sabio plan de Dios que vivamos con esta incertidumbre, porque solamente así, aquellos que creemos en la Palabra de Dios, viviremos cada día como si fuera el útimo: "Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor." (S. Mateo 24:42).
Hoy quiero hacerte una muy seria y solemne invitación a que tengas un encuentro personal con el Señor Jesús. A que lo conozcas, y pongas tu vida en armonía con él. Sólo así podrás encontrar la seguridad, la paz y la certeza de la vida eterna.
Y solamente así podrás asegurarlas para tus hijos, tus hermanos, tus padres y tus seres queridos. Si Dios bendice tu vida, bendecirá también la vida de todos aquellos que son importantes para ti. Es tu responsabilidad, por tí mismo y por los tuyos, que busques a Jesús, y no te detengas ni por un instante hasta que lo encuentres.
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Si hoy mismo quieres comenzar a conocer a Jesús, envíame un mensaje y prometo contestarte personalmente para orar por tí y tu familia, o estudiar la Biblia contigo. |